Por Ramón Antonio Veras

Nuestro pueblo apena

1.- Muchos connacionales nuestros, por el ajetreo de vida, no se han dedicado con detenimiento a apreciar la existencia exterior del país donde estamos viviendo.

2.- La pobreza que exhibe el pueblo dominicano es para producir permanente perturbación en el ánimo de la persona más calmada.

3.- Por muy contento que habitualmente sea un individuo, en un abrir y cerrar de ojos, aquí se convierte en triste, porque el ambiente dominicano causa pena; está para angustiar.

4.- La dominicana o el dominicano más animoso, sin proponérselo, modifica su modo de ser cuando ve por televisión a una pobre mujer llorando porque las aguas de la cañada aledaña a su casucha le llevaron sus féferes.

5.- El ambiente dominicano está para motivar abatimiento. Abruma ver a una madre implorar por la donación de una silla de ruedas para su hija que se mueve arrastrándose sostenida en sus dos brazos.

6.- Diferentes programas televisivos nacionales se han convertido en los espacios adecuados para las madres tocar la conciencia de conciudadanos sensibles, para con ruegos y lágrimas implorar la intervención quirúrgica de uno de sus vástagos.

7.- Es motivo de abatimiento ser testigo de las permanentes súplicas que se escuchan por radio y televisión, de parte de gente del pueblo humilde, con solemnidad clamando ayuda de servicios médicos.

8.- De dónde  salir alegría al ver a una mamá haciendo un dramático llamado solicitando por piedad la ayuda para la intervención quirúrgica de uno de sus niños con hidrocefalia. Las condiciones materiales y espirituales de cómo está viviendo nuestro pueblo son para apenarse, estar compungido, triste, nunca alegre.

9.- Nada regocijada puede estar una comunidad humana, si miles de sus miembros son candidatos próximos a la muerte por la falta de un medicamento de alto costo. En nuestro medio es efímera la existencia sobre la tierra de un paciente pobre afectado de cáncer.

10.- La pobreza que padece el dominicano, es propicia para de manera directa saber lo que es un orden social diseñado a los fines de motivar amargura, depresión y todo lo relacionado con la desesperanza.

11.- Poner a un pueblo a vivir de la caridad pública, de quien quiera hacer obra de compasión y practicar el amor al prójimo, es reducirlo a la nada, a estar vivo por compasión.

12.- Nada bueno se puede sacar de un país, si una gran mayoría de su población se mantiene de pie bajo lástima y voluntades misericordiosas.

13.- No hay que hacer el mayor esfuerzo intelectual para saber que las grandes mayorías nacionales no deben vivir dando pena, como si su pobreza fuera un castigo celestial, y no sistémico.

14.- Ningún sentimiento noble de valor hacia sí mismos pueden tener esos dominicanos que les están educando para limosnear, que hagan de la dádiva una forma normal de estar en sociedad.

15.- Las mujeres y los hombres de vergüenza y honor que todavía quedan deben hacer suya la lucha por cambiar la forma cómo está organizada la sociedad dominicana actual, que fomenta ciudadanas y ciudadanos parásitos que nos avergüenzan y reducen como país.

16.- Las riquezas naturales y las fuerzas productivas de las cuales somos acreedores no son para estar dando lástima de pedigüeños. Debemos crear un orden social que descanse sobre un régimen económico que haga posible el desarrollo económico y nos traiga la alegría.