Por José Tavárez
Dando continuidad a nuestra cápsula anterior, hoy nos detenemos en los beneficios relevantes
que provienen de tener metas claras:
- Enfoque y direccionalidad de la atención: Las metas tienen la virtud de imprimir dirección
a nuestro pensamiento y acciones, lo que a su vez previene la ansiedad que genera no saber
cómo actuar frente a los imprevistos. Un par de ejemplos para ilustrar: a) Si alguien se propone
ahorrar el 10% de su salario, difícilmente se dejará seducir por la publicidad consumista que
invita a gastarlo todo y mucho más. b) El estudiante que pretende mejorar su índice académico
declinará asistir a la fiesta que se ofrece la noche previa a un examen importante. - Evitar la procrastinación: Procrastinar consiste en posponer tareas o decisiones
importantes. En otras palabras, «darle largas a un asunto». Como efecto de esta actitud se
acumulan los pendientes y se disparan la ansiedad y el estrés por el vencimiento de los plazos.
Esta afectación a la salud mental se puede prevenir fijando metas realistas en cuanto al tiempo
y alcance de las tareas previstas. - Organización y control: Cuando los objetivos de nuestro accionar son claros y precisos, se
optimizan los recursos, hay un mejor aprovechamiento de la energía vital y se evita el estrés
que puede conducir al agotamiento extremo o burnout. Poner orden y controlar los procesos
demanda un esfuerzo inicial, pero la recompensa en términos de efectividad y sosiego lo
justifica. - Sistematización y perseverancia: Alcanzar logros en la vida se parece más a una carrera de
fondo que a un sprint. Tener metas claras nos mantiene motivados y nos ayuda a perseverar
cuando aparecen dificultades. Una estrategia basada en metas graduales y bien definidas
reduce la fatiga y nos preserva de caer en estados ansiosos o depresivos. - Sentido de logro y crecimiento personal: Cada meta alcanzada nos devuelve la satisfacción
de sentir que podemos, lo que fortalece la autoestima y el impulso vital. Sin embargo, cuando
una persona se instala en su zona de confort, rehuyendo los retos que se le presentan, tiende
a estancarse en su potencial de crecimiento personal, terminando con sentimientos de culpa
y frustración.
Viktor Frankl* (1905-1997) planteó: «Quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi
cualquier cómo». En su obra, El hombre en busca de sentido, establece que «cuando una
persona tiene un propósito claro en la vida, siempre encontrará la manera de alcanzarlo, sin
importar las dificultades». ¡Que no nos falten metas y propósitos claros es la clave para la
felicidad que procuramos¡