Por José Tavárez

PROFECÍA II: UN MUNDO MENOS DESIGUAL PARA LA PAZ


A propósito de la desigualdad como generadora de conflictos entre los humanos,
conviene establecer que el pecado original de esta se encuentra en la falta de justicia
distributiva. Desde los albores de la humanidad, unos hombres se hicieron más fuertes o habilidosos, esclavizaron a otros y se apropiaron de sus bienes y de su fuerza de
trabajo.
Esta realidad, con algunas variantes, se ha perpetuado, constituyendo la pauta
que hasta hoy rige la relación entre individuos, grupos y naciones.
La dualidad: poderosos-débiles, jefes-subordinados, dueños-desposeídos, etc., se ha mantenido inalterable a través del tiempo. Este esquema se ha servido de una
ideología que lo legitima, incluyendo el ocultamiento las causas reales de la
desigualdad social, económica y política. Un vistazo a la historia revela que antes de
que surgiera el estado moderno, a partir del XVII, primó la cruda ley del más fuerte,
dentro de cuyo marco se produjo la colonización de América, África y gran parte de Asia.
Se ha de recordar, a manera de ejemplo, que la “empresa colonizadora” desarrollada
por los imperios europeos despojó a los africanos de unos 12 millones de hombres
jóvenes, vendidos como esclavos en las nuevas colonias. ¿Dónde fue a parar la riqueza
generada con el sudor y la sangre de estos hombres en tres siglos de explotación? No
fue al lugar de su procedencia, sino a las élites económicas, europeas y americanas.
La colonización también sustrajo de América millones de onzas de metales preciosos
con los cuales se alimentaron los primeros bancos en el viejo continente.
El robusto Sistema Financiero Internacional que nos hoy rige es solo la punta del
iceberg, esperemos. (Continuará).