Por Ramón Antonio Veras
El descalificador en las 7 Palabras
1.- Con motivo de la pasada Semana Santa, sacerdotes y laicos fueron
escogidos para desde el púlpito de la Catedral Primada de América, exponer
Las Siete Palabras, las cuales me dispuse a escuchar con detenimiento y sumo
interés, como acostumbro hacerlo cada año para la ocasión, aunque no tengo
preceptos religiosos a cumplir.
2.- Las Siete Palabras, sumaron en total la cantidad de 8,825 vocablos, y de
todas esas expresiones, una en especial, me llamó la atención, y fue la indicada
en la Primera Palabra, en el párrafo que dice, y cito:
3.- “… En una sociedad que vive inmersa en la meritocracia, en la búsqueda de
reconocimientos, donde las premiaciones se normalizan, Jesús pone de
manifiesto la necesidad de la bondad, la cual parte del descubrir al otro, no por
lo que me puede ofrecer sino porque compartimos la misma vida y estamos
inmersos en esta historia. Ante la cultura del descarte, que no conoce al otro en
sí mismo, sino en cuanto me puede ofrecer…”
4.- Por el ajetreo en la vida diaria, la generalidad de la gente de aquí, tal vez no
se han dado cuenta de que en nuestro medio se ha hecho muy habitual
descalificar a la persona de condiciones estimables, con el fin de demeritarla,
reducirla a la nada, aplanarla, hacerle caer su alma a los pies.
5.- El hombre o la mujer que con su propio esfuerzo logra superarse, es un
objetivo a invalidar moralmente por los mediocres y resentidos sociales, esos
que han sido incapaces de ocupar un espacio de respeto en la sociedad.
6.- El encargado de nulificar las virtudes de los triunfadores, permanece ahíto
de odio, y para dar riendas sueltas a sus amarguras sociales, descarga su
enfado lanzando calificativos hirientes contra los muy elevados de talento, los
que se destacan por hacer las cosas mejores que los demás, los excedentes.
7.- Las sociedades humanas moralmente deterioradas, como está la dominicana
desde hace mucho tiempo, sirven de alojamiento a esos que, ligando
mediocridad, bajeza y antipatía injustificada, demuestran saña, mancillando,
dañando reputaciones bien merecidas.
8.- La mujer o el hombre de nobles sentimientos, está en la mira; en la atención
del sacafaltas; del que denigra para en cualquier momento ponerlo de vuelta y
media; excluirlo, inhabilitarlo y hacerlo sufrir hasta que muera de pena.
9.- El descalificador tiene en su cerebro una especie de código para herir, y
utilizarlo cuando se refiere a gente buena: insultar, ofender, denigrar, difamar,
reducirlo, murmurarlo y jamás reconocerle virtudes.
10.- El amargado descalificador, en presencia de su víctima ideal, el triunfador,
se ocupa de siempre llevarle la contraria, para desagradarle, que se sienta
disgustado; fastidiado hasta lograr destruirlo anímicamente y convertirlo en una
calamidad.
11.- La persona dañada por el descalificador, que no espere que este va a dejar
ver el fin perseguido con su maldad. En esencia, el que descalifica es
disimulado, hipócrita, sumamente sinuoso, vive y actúa zigzagueante.
12.- En nuestro país, el tiempo y el medio favorecen la conducta del
descalificador, porque en la medida que el ordenamiento económico se hace
más inútil en lo ético y moral, más preeminencia adquieren los antisociales.
13.- Para que aquí se le diera realce al descalificador, el país tenía que llegar a
lo que es hoy, un lugar adecuado para la sinvergüencería, donde el ciudadano
de calidad y el que es un cero a la izquierda, son la misma cosa.
14.- Equiparar al descalificador con una persona de sanos sentimientos,
solamente es posible allí donde se ha cambiado el orden de las cosas, que la
persona vale por la mercancía dinero, no por su aporte a la comunidad.
15.- Mientras tanto, no hay de otra. Debemos estar conscientes de que estamos
viviendo en una comunidad regida por un sistema que colapsó, que ya cumplió
su ciclo histórico, aunque las clases dominantes se afanan por mantenerlo para
que surjan basuras sociales como los descalificadores.
16.- La gente sana del país debe confiar en que cosas feas, como el que
descalifica, no siempre estará presente entre nosotros. Su estadía es transitoria
en cualquier medio en decadencia como el dominicano.