Por José Tavárez

La tercera, y última, de las preguntas que nos planteamos en esta serie de reflexiones en
torno a las migraciones es: ¿qué alternativas hay para lidiar con los movimientos
migratorios?
Dado que el bloqueo de fronteras ha resultado ineficiente y los ataques
violentos, incluyendo el genocidio, son inaceptables, se impone encontrar alternativas
inteligentes para encarar la situación. En ese sentido, nos parecen adecuadas las siguientes
medidas:
Impulsar el desarrollo y bienestar en los países emisores de emigrantes: Sabiendo que losflujos migratorios resultan de condiciones económicas precarias, inestabilidad política y las persecuciones ideológicas o religiosas, conviene atacar las causas del fenómeno, no a
quienes se ven forzados a salir de su territorio. A manera de ejemplo, los haitianos que
abandonan su país serían mucho menos, con solo crear más fuentes de empleo y restablecer el orden en aquella nación.
Más inversión y acciones pacificadoras: Con el concurso de Naciones Unidas y de los
países más desarrollados, se debe aumentar la inversión, y con ello el empleo y las
oportunidades en los países aportadores de emigrantes. Asimismo, desplegar acciones de
mitigación y pacificación en lugares donde los conflictos y los desastres naturales empujan
a la gente a buscar refugio fuera de su ámbito local.
Evitar los guetos y la marginalidad de quienes llegan: Muchos de los inconvenientes que
representan los inmigrantes están relacionados a la hostilidad con que se les recibe, dificultando su integración a la sociedad adoptiva. En esta atmósfera, se les impide o dificulta el acceso a la educación formal, se les margina de la participación comunitaria y se les fuerza a vivir aislados. Estos espacios se convierten en caldo de cultivo para el resentimiento, el comportamiento antisocial, y la violencia.
Resumiendo: Salvo excepciones, el inmigrante no es bienvenido donde sea que llegue; él
tampoco quiere estar allí, lo han forzado las circunstancias adversas en su lugar de origen.
Es por lo que se deben mejorar las condiciones de vida en los países emisores de población trashumante. Ahora bien, si ya han llegado, no hay razones para que se les maltrate o segregue, por el contrario, se les debe acoger e integrar social y culturalmente. Eso evitará muchos problemas futuros, como lidiar con una población resentida y propensa al comportamiento antisocial.
Por otro lado, debemos recordar que el inmigrante también contribuye con la productividad nacional (PIB), la cultura, los deportes y mucho más. ¡Cuidémonos del racismo y la xenofobia, actitudes contrarias al espíritu cristiano y a la perspectiva humanista predominantes entre nosotros!