Por José Tavárez

LA FENOMENOLOGÍA ES LA MEJOR FORMA DE VER EL MUNDO

De las corrientes encontradas en mi tránsito por la Filosofía ha sido la fenomenología la que más me ha impactado. Su enfoque de la relación entre el ser humano y su entorno es lo más cercano al sentido común que se puede encontrar. Para Edmund Husserl (1859-1938), padre de esta corriente filosófica, se trata de «volver a las cosas mismas», es decir, tomar consciencia de la realidad inmediata y aceptarla sin prejuicios.
La percepción del mundo tal como es nos permite tomar mejores decisiones y evitar errores que desemboquen en frustraciones y sufrimientos. Comparando esto con el béisbol, sabemos que las mejores posibilidades de éxito del bateador están en la correcta percepción de la velocidad y la trayectoria del picheo. Hacer que el atacante vea la curva como recta, o viceversa, es la estrategia fundamental del picher contrario. Mucha gente sufre a causa de engaños que pudo evitar adoptando una actitud más realista ante las ofertas que se le hacen. Eso es válido para los negocios, las relaciones interpersonales e incluso en el amor. Los sentidos atentos ayudan a separar la paja del trigo, detectar riesgos y escoger el mejor camino. El enfoque fenomenológico nos ayuda a ir más allá de las apariencias; alerta para tomar con cautela las creencias, los mitos y las leyendas urbanas que pretenden sustituir la observación atenta y el dato objetivo de la ciencia. Los esfuerzos por distinguir lo falso de lo verdadero resultan agobiantes, en medio de la Babel, creada por infinidad de voces que pululan en las redes sociales. Las fake news, los rumores elevados a la categoria de hecho comprobado y las teorías de conspiración, constituyen una maraña de informaciones confusas que dificultan distinguir lo falso de lo verdadero. Vivimos en el reino de la «posverdad» donde, paradójicamente, lo que menos importa es la verdad, se aprecia más el arte de convencer, al estilo sofista. Conviene, entonces, mantener la mirada atenta, afianzar el contacto con el mundo real y conservar el juicio sereno para distinguir entre apariencia y realidad. Esto nos habilita para tomar mejores decisiones, reducir el estrés y lograr una existencia más
plena y feliz, que después de todo, es el verdadero sentido de la vida humana.